miércoles, 8 de enero de 2014

PLENILUNIO Y MUÑOZ MOLINA

¡Cuánto me alegré cuando le dieron este año el Premio Príncipe de Asturias a Antonio Muñoz Molina! Me encantó su discurso, sobre todo porque se ve su humanidad al no olvidarse de los millones de parados, del trabajo intelectual o del conocimiento, o cuando habla de los oficios como un acto de afirmación personal.

 No siempre me caen bien los autores que me gustan, pero en este caso  sí. Me gusta su apariencia humilde, su forma de hablar sin darse aires de superioridad, su lenguaje claro y preciso, sus ideas... Además lo asocio a años de mi juventud, y me acuerdo muchísimo de obras como Ardor Guerrero o el Otoño en Lisboa.
Y, cómo no, me acuerdo de la primera vez que leí Plenilunio e intento recordar qué me marcó en aquella primera lectura juvenil:  las manos del asesino, el olor a pescado, el ahogo, unas bragas, la violencia, la tristeza de una carretera yendo a un psiquiátrico, la música que escucha una profesora, la soledad... Quizá lo que más me impactó fueron los pensamientos del asesino, tan huecos, tan amorales. Me producía un desasosiego que me hacía cerrar la novela. En lecturas posteriores he visto muchísimo más: he visto el cambio de la mujer (y ahí seguimos tantos años después), el miedo del pueblo a la violencia, las frustraciones de las víctimas, el intento de superación personal... No sigo.
Está claro que cada uno de nosotros lee desde su interior y su experiencia y marcado por un momento vital determinado,  y por eso, cuando una obra es buena, nunca es igual. Mi Plenilunio de este año no tiene que ver con el de años anteriores, es curioso como mi propio estado de ánimo pone en negrita determinados pasajes.
Me gustaría que después de leer la novela, escribierais aquí algún comentario sobre lo primero que se os venga a la cabeza sobre ella. No quiero grandes escritos, eso dejadlo para los exámenes, prefiero que seáis sinceros.

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